
Una imagen dice más que mil palabras. Ese es mi hijo de 4 años con una compañerita de la guardería en el evento de fin de cursos. Yo no se a quién habrá salido...

Mi primer celular, el cual fue de prepago. Era literalmente un ladrillo, pero muy bueno. Recuerdo que cuando lo compré mi madre me vio con cara de "y eso para que lo quieres?". Lo extravié en la universidad.
No pude permanecer mucho tiempo sin celular, y al adquirir este aparato entré al sistema de renta mensual. De hecho desde este modelo no he cambiado de número telefónico. Recuerdo a una compañera de la universidad que me decía que le gustaba verme con ese celular, que me hacía verme como gente importante (o sea, sin el celular ya no soy importante...). Se lo regalé a mi madre.
Hubo un tiempo que salí a trabajar a la Sultana del Norte, y tuve que tener dos números por economía: el de siempre y uno local de Monterrey, el cual fue de prepago. Perdió su razón de ser cuando se acabó ese trabajo, y lo tuve un tiempo en Guadalajara con un número local. Se lo regalé a una amiga.
Después de un tiempo y renovando mi plan adquirí este aparato, el cual lo traía por todos lados con el manos libres. De repente la gente me veía hablar solo y me tiraban a loco, hasta que notaban el cablecito que tenía disimulado por debajo de la camisa y pasaba por el cuello. Se lo regalé a un familiar.
Primer aparatito con cámara, aunque esta era desmontable y con una resolución muy pobre. Ya contaba con juegos mas decentes y con tecnologías de comunicación inalámbricas que me facilitaron la vida: Infrarrojo y Bluetooth (tecnologías que eran requisito para mis siguientes celulares). Se lo regalé a un familiar.
Ya con una cámara con resolución decente y con posibilidades multimedia. Lástima de su capacidad. Lo bueno fue que ya me permitía mandar todo a la computadora sin tanto brinco. Este aparato me acompañó a Tepic, cuando trabajé por allá, y conservé el número. A punto estuve también de tener dos aparatos, pero no fue necesario. Se lo regalé a un familiar.
Al renovar plan, renové aparato. Como curiosidad, el primer día que lo usé en forma fue el día que sufrí el accidente en el que volví a nacer. Con este sentí que al fin tenía un celular que cubría lo que yo necesitaba: conectividad inalámbrica, acceso a Internet, cámara muy decente, espacio en memoria para música y vídeo, y radio FM. Hubiera seguido con este aparato por mucho tiempo, pero mi Ñora tuvo un percance con su celular, por lo que renové mi plan para adquirir el siguiente y regalárselo a ella.
Mi celular actual. Si con el anterior estaba a gusto, con este estoy feliz. Mayor espacio en memoria para mi música y vídeos, mejor recepción de radio FM, sin Infrarrojo (tecnología casi obsoleta) pero con Bluetooth (tecnología ya consolidada y estandarizada), varias alarmas periódicas, con mejor batería y cámara con una resolución de 1 MP (no una cámara digital, pero ya bastante decente la imagen).Qué fácil y rápido es decir cinco años. Y mas si cambias las dos palabras por una: lustro.
Y qué pasa si en lugar de decir un lustro digo:
Y pues ya no me meto en más números porque me hago más bolas. Total que son cinco años de enmatrimoniados y, junto con esos números, muchas, muchas vivencias más.
Qué rápido pasa el tiempo, ¿verdad?