20 de noviembre de 2007

Mis Servidores.

Pues heme aquí, como les decía, de vuelta a la vida.

Y la razón, como comentaba en el post anterior, era un poco lo del bautizo de mi chaparro. Pero otra de las razones es laboral.

Desde mi entrada a mi nueva chamba mi función ha ido modificándose hasta encargarme de lo que serán mis trabajos definitivos en mi puesto definitivo: Ingeniero de Redes y Comunicaciones.

Dentro de mi chamba está el cuidar que las redes, comunicaciones, servidores y conmutador estén en óptimas condiciones y correcto funcionamiento (ya ni yo me la creo, jejeje).

Y esta es la primer chamba en la que me siento agustísimo. Generalmente, cuando yo ponía requerimientos, siempre me encontraba con la limitación de criterios o de lanas (generalmente el acortamiento del segundo influye en el primero). En cambio, ahora, al ingresar noté ciertas carencias debida a la limitación de equipos y me puse a hacer sugerencias de adquisición de equipos. Y ya me dio miedo, porque no me han dicho que no a nada.

Y aquí les presento al nuevo juguetito que me llegó:

Fase 1: Todo debidamente empacadito y con su embalaje para protegerlo.


Fase 2: El sarcófago ha sido desempacado, lo mismo que todo el tilichero que nos entregaron, todo para darnos cuenta de que el producto final ocupaba una quinta parte del volumen inicial.


Fase 3: Servidores IBM con dos procesadores de doble núcleo cada uno, unidad de almacenamiento de 3.6 Tb de capacidad, equipos de comunicaciones, servidores auxiliares y equipo de respaldo eléctrico a punto y listos para ponerlos a chambear.


Y, pues, como decía, mi entretenimiento fue trabajar en ellos, instalarlos, configurarlos y evitar manitas curiosas de los usuarios externos que venían por la curiosidad de ver qué es lo que teníamos de nuevo en el área. Y, como ya quedaron listos, ahora regreso a darles lata.

Siguiente paso: comprar otros dos servidores adicionales, más y mejor equipo de comunicaciones y un conmutador VoIP nuevo. No me den la mano, que me llevo todo el brazooooooooo...

PD: Qué bonito es gastarse tanta lana ajena... jejeje

17 de noviembre de 2007

Bautizado.

Pues les platico que al fin bautizamos a mi chaparro.

Y digo al fin porque se me hizo algo largo este tiempo debido a los preparativos. Que si el templo, que si el salón, que si la comida, que si los recuerditos... De hecho ya tanto mi Ñora como yo estábamos llegando a un nivel de stress que no era normal.

Pues empezamos con la ceremonia del bautizo. Junto con nosotros estaban otras tres familias con sus respectivos bebés para bautizar. Pero, a pesar de ser varios, el sacerdote se encargó de que fuera, por un lado, rápido, y por otro, algo bonito. Esto es algo que se agradece, sobre todo para los papás que tenemos a los bebés, ya que a veces los pequeños se "engentan" o se incomodan de alguna forma. He de confesar que me emocioné igual que cuando bautizamos a mis otros chaparros. Aún no asimilo del todo el hecho del maravilloso regalo que recibí de Dios que son mis hijos, y en ese momento es cuando más consiente estoy de ello.

Al terminar, nos saludamos los compadres. Ahora si compadres, y con una unión más que la amistad. De hecho mi ahora compadre fue compañero mío desde la primaria. Siguió la amistad por la secundaria, y más adelante nos perdimos un rato, para luego reencontrarnos y continuar la amistad como si nunca nos hubiéramos perdido la pista. Me casé, se casó, y tanto mi Ñora como la suya se hallaron muy bien y la amistad entre las dos parejas ha sido algo muy bonito.

Así que, después, pasamos a la reunión. En un saloncito ofrecimos una comidita sencilla (unos taquitos de guisados como lengua, chicharrón, tinga, mole, chorizo...) y no podía faltar un tequilita por ahí (y por supuesto que hubo uno a la salud de los bloggeros) el cual lo servimos en botellones de cántaro para que agarrara saborcito rico. Un pastelito de tres leches (yo siempre me he preguntado por qué tres leches, serán de vaca, de cabra o de que... O_o).

Ya antes había platicado de una fiesta en la que mis chaparros disfrutaron como lo que son: como enanos. Pues ahora no fue la excepción y ahora sí jugaron hasta que ya no pudieron más. No fue necesario arrancarlos de los juegos: ellos ya no podían más. Apenas se subieron al carro, cuando ya estaban dormidos profundamente.

No llegó toda la gente que esperábamos, pero con los que estábamos fue suficiente para pasarla a gusto y celebrar a mi chaparro. Pero los que estuvimos ahí nos la pasamos genial.

6 de noviembre de 2007

Esos Ojitos.

Hacía tiempo que algo no nos pintaba bien a mi Ñora y a mí. Uno de mis chaparros se acercaba mucho para ver la televisión, para colorear se acercaba mucho al papel, y otros detallitos similares que algo nos decían que su vista no estaba bien.

Ya antes tuvimos con su hermano gemelo un antecedente relacionado con los ojos. Tenía el lagrimal tapado, y por lo tanto tuvieron que intervenirlo quirúrgicamente para destaparlo (eso sin contar la otra operación que tuvieron que hacerle por una hernia inguinal que tenía).

Ahora, ante las sospechas, lo llevamos con el oftalmólogo y, para mala noticia nuestra, nos confirmaron nuestras sospechas: mi chaparrito tiene hipermetropía y astigmatismo. Mi niño de 3 años deberá usar lentes; hay posibilidad de que a los 9 años se le pueda intervenir, pero se deberá ver su progreso.

Ah, con mis chaparros que tienen que convivir con el quirófano desde que nacieron (porque hasta para eso, como nacieron de 8 meses por ser gemelos y ya no caber en la pancita de su madre, tuvieron que nacer mediante cesárea).

A ver si algún día ya nos olvidamos de andar sufriendo operaciones con mis chaparros.

3 de noviembre de 2007

Una Fiesta. Una Felicidad.

Sucede que fue el bautizo del hijo de mi jefe. Y nos tuvo la atención de invitarnos a todos sus subordinados, evento al que, por estima y diplomacia, asistí con gusto con mi Ñora y mis chaparros.

Siempre que nos toca salir a algún lado, sabemos que no es fácil por el hecho de que los chaparros deben tener ciertos cuidados. Pero ahora que tenemos al tercero, se nos complica un poco mas, porque mientras uno se queda "inmovilizado" con el bebé, el otro tiene que estar al pendiente del otro par, y eso a veces suele ser cansado debido a que tienen una energía que no se les acaba fácilmente.

Sabiendo lo que se nos venía, nos preparamos mentalmente, y tomamos camino hacia la fiesta. Al principio fue sencillo controlarlos, porque con la amenaza de regresarnos a casa y de no ir a la fiesta, los chaparros se mantuvieron quietos y de lo mejor portado que han logrado en mucho tiempo.

Pero... Llegamos a la fiesta.

En cuanto pusimos el primer pie dentro del lugar, inmediatamente los chaparros vieron los juegos, brincolines, resbaladillas, toboganes, juegos, etc. Sabían el alcance de lo que todo eso significaba: diversión sin límites (salvo lo que sus papás les estorbáramos). Tuve que controlarlos un momento para llegar a saludar y ubicar la mesa donde se ubicaría mi Ñora, y, cumplido el protocolo, no tuve más remedio que llevarlos al primer carrito mecánico que tuvieron a la vista. Tuve que perderle el amor a algunas monedas porque aquel par estaban insistentes, y hasta que les demostré que mis bolsas no contaban con más monedas, se hicieron a la idea de pasar a los juegos gratuitos.

Pero eso no fue problema ni limitante para ellos. Inmediatamnete encontraron diversión en el resto de los juegos y se olvidaron del mundo. Rápidamente se hicieron famosos entre todos los invitados como los gemelos "tremendos", "inquietos", y demás calificativos que denotaban "movimiento sin límites". En su brincadera socializaron con niños de otras edades. Incluso llegó un momento en que cambiaron a otro brincolín donde habían puras niñas y se sintieron como en su casa y comenzaron a divertirse y a convivir con ellas como si nada (yo no se de dónde demonios sacaron eso...).

Pedí paz y los llevé a la fuerza a comer (para mi significaba un respiro). Me chuté 3 tequilas 3 y no me hicieron ni la refrescada, porque mal comieron y de nuevo ya andaban queriendo fugarse a los juegos. Los llevé a otro brincolín el cual contaba con una especie de resbaladilla.

Llegó un momento en que uno de mis chaparros se subió hasta la parte más alta del mismo y pegó un brinco al aire para caer en la parte baja del mismo brincolín sentado. Yo estaba ahí, aun lado, cuidándolos, cuando vi sorprendido e impotente, a mi chaparro a una altura de aproximadamente tres metros en el aire, con brazos y piernas extendidos, disfrutando de su momento de vuelo, y listo para caer sentado en el colchón de aire que le esperaba abajo. En ese instante, mi reacción fue voltear a ver a mi Ñora para cerciorarme que no lo había visto, pero error: si lo vio. Solamente le vi una risa nerviosa, y una resignación implícita, al ver que todo estaba bien y que los chaparros eran los seres más felices del planeta en ese momento. Y el juego siguió hasta que la piñata hizo su aparición.

De nuevo mis chaparros robaron cámara. Si algún día quisiera pasar desapercibido en una fiesta, con este par es completamente imposible. Ambos se desvivían por pegarle a la piñata. Ambos se aventaban en cuanto caía uno que otro dulce. Al momento de su turno de pegarle a la piñata, mientras uno le pegó con todas las ganas del mundo sorprendiendo a todos los asistentes, el otro me sale con la onda de pedir ayuda, y le pidió auxilio no a su padre o a su madre, ¡sino que a la madrina! Y ahí está el señorito pegándole a la piñata acompañado... A mi se me hace que era plan con maña; ya platicaré más adelante con este canijo para que me aclare sus intenciones. De plano varias seños (señoras, señoritas, no entraré en detalles por desconocimiento), antes de conseguirle dulces a sus hijos, sobrinos o familiares, ¡les consiguieron dulces a mis críos! Yo feliz, porque me facilitaron la chamba de acaparar la bolsita de dulces para cargarlos, pero también temí por mi vida, porque arriesgaba a que mi Ñora me viera rodeado de otras damas y pensara que me estaba pasando de socialito...

Y llegó lo inevitable: la despedida. Parecía que los llevaba a la cárcel, al patíbulo... Lloraron, gritaron, patalearon... Querían otra fiesta, y nos vimos obligados a prometerles otra fiesta próximamente (bendito Dios que viene el bautizo del bebé). Y el cansancio propio de la brincadera y su agüite por la finalización del día los durmió mientras regresábamos a casa en el carro. Mientras los cargábamos del carro a sus camas, atinaron a despertar por un instante con la única intención de reiterar la promesa de una fiesta; y una vez corroborada la promesa, cayeron en un profundo sueño que mi Ñora y yo agradecimos con el alma.

Y acabó el día para mis angelitos. Fueron los seres más felices del mundo por una tarde.