El Quisquilloso y Sus Cuates.

No cabe duda que el ser humano siempre podrá descubrir cosas nuevas en sí mismo. Y hoy lo acabo de corroborar en carne propia.

Siempre he escuchado que el hombre (como género masculino) tiene necesidad de establecer su propio espacio, una cueva, un terreno, un rincón donde él pueda sentir que tiene todo bajo control, como lo quiere y donde nadie más que él pueda influir, tomar decisiones y ocuparlo cuando necesite tener ratos de aislamiento, de reflexión.

A mi modo de ver ese tipo de instintos ya habían sido superados por el ser humano moderno, ya que el hombre ahora no lucha por tierras, no defiende sus cuevas, sus espacios de supervivencia donde puede sembrar o tener ganado.

Pero noooooooooooooooo!!! Y lo peor de todo es que eso lo descubrí en mi... No supe si sentirme orgulloso por tener una característica primitiva más de la masculinidad, o avergonzado por tener tan a flor de piel un instinto que en cierta forma no tiene mucho de civilizado.

Sucede que estaba yo, muy campante trabajando, con todo y tos. De repente, llegó la mujer que amablemente nos hace el aseo (digo, es su chamba, pero lo hace de buen modo y bien) e hizo algo fuera de lo normal. Normal es que le da una trapeadita al piso, vacía los botes de basura y lave las tazas o vasos que algunos de los compañeros pudieran dejar sucios (y digo pudieran porque, como yo tomo refrescos en lata, pues solo me queda comprimirlos y guardarlos en una bolsita para reciclarlos). Pero en esta ocasión se puso a limpiar escritorios, y coincidió que en ese momento me mandó llamar mi jefe y me paré, y cuando regresé, vi cuando la mujer estaba en el mío. No pude hacer otra cosa mas que esperar a que terminara, pero con angustia... Vi como movía mis papeles, el teclado, los porta-lápices, me tumbó un post-it del monitor, etc. Y aunque veía que hacía lo posible por dejar todo donde se encontraba, no podía sentir una sensación interna de "por favor, termine y deje ahí".

Finalmente terminó, y cuando por fin me senté en mi lugar para continuar mi trabajo, no pude evitar darle una supervisada y reacomodar lo que no estuviera exactamente como yo lo dejé. Y continué mi trabajo.

Al rato me quedé pensando en el incidente y, aunque la señora no tuvo ni idea de lo que pasó, si me sentí un poco mal por lo quisquilloso que me vi. Con ese pensamiento llegué a la conclusión de que, con esa teoría, mi lugar, mi rincón donde yo tengo ese control lo tengo en mi lugar de trabajo. Sólo yo conozco lo que hay en mis cajones, en mis papeles, en mi computadora. Nadie lo toca. Mis compañeros cuando se acercan ven cosas raras en mi pantalla y prefieren seguir en lo suyo, o si acaso preguntan por lo que estoy haciendo y se conforman con una breve explicación que, en algunos casos, los deja exactamente igual que como estaban.



Es mi lugar... Y como tal lo disfruto. ¿Es eso malo?