Para mí ya se estaba convirtiendo en algo rutinario el hecho de salir de viaje a visitar Plazas Comunitarias de Educación para Adultos. Y no se estaba haciendo algo rutinario, sino algo diferente cada vez: algo para disfrutar.
Que si el viaje era a los Altos de Jalisco, a disfrutar de la belleza femenina que caracteriza esas tierras, además de los paisajes llenos de agave azul.
Que si el viaje era hacia la Región Sur, a disfrutar de la sierra de Tapalpa, su paisaje y su aroma, disfrutar de Ciudad Guzmán, Sayula y Teocuitatlán y su gente, una birria de Tecalitlán...
Que si el viaje era hacia la Manzanilla, pues también disfrutar de su sierra, de su gente bonita, , de los bosques de Mazamitla, además de traer los recuerdos de cuando me casé.
Que si la rivera de Chapala, trayendo recuerdos de mi infancia cuando visitaba a mi abuelo en Jamay, cuando salía con amigos a Jocotepec, y con familia a Ajijic, Chapala y Ocotlán. Tantos recuerdos...
Que si Puerto Vallarta y sus playas (no creo que haga falta describir su atractivo).
Pero en esta ocasión le tocaba a la región de Autlán. En sí podría considerársele una región difícil, tanto por distancia por dificultad en carreteras. Pero es de gente bonita en general. Villa Purificación, La Huerta... Cihuatlán. Y junto con Cihuatlán está Barra de Navidad y Melaque, las playas que más me gustan de mi Jalisco. Y por si fuera poco, de regreso tengo la posibilidad de pasar por Manzanillo, que aunque se encuentra en Colima puedo pasar por ahí a fin de aprovechar mi retorno por medio de la autopista que desde ahí surge hacia mi Guadalajara.
Dicho esto, era obvio que mi viaje no era despreciado por mí, a pesar de que tuviera el factor de que era de trabajo.
Pero, la vida nos tiene reservadas tantas sorpresas...
Fui al Instituto, recogí mis cosas necesarias para el trabajo que tenía que realizar, y tomé camino hacia Autlán de Navarro. Salí de Guadalajara, dejé Zapopan atrás, y aún pasaba por Tlajomulco de Zúñiga, a la altura de Plazas Outlet...
Adelante venían un par de camionetas tratando de ganarse el lugar, rebasándose, acelerando y frenando. De repente, la que estaba hasta adelante se frenó repentinamente, no sé si por payasada, si se le atravesó un perro, o no se que. Total que obligó a que el conductor siguiente se frenara de igual forma, y obligándome a mí a hacer lo mismo. Para mi mala suerte, en mi carril derecho pasaba un torton, de esos camiones que llenan de caña de azúcar, y al frenarme la camioneta que yo conducía derrapó un poco, lo suficiente como para hacer que una pequeña esquina, la delantera derecha, saliera de mi carril, y dicho camión me aventara hacia mi izquierda.
Derrapé y la camioneta comenzó a girar. Es increíble la cantidad de pensamientos que se agolpan a la mente cuando uno está en una situación de este tipo. Ahora entiendo el concepto de "vi pasar toda mi vida frente a mí". Pensé en luchar con el volante, freno y acelerador para evitar ser lanzado; pensé, cuando vi lo inminente, en mis hijos, mi esposa; pensé en lo que había sido mi vida; pensé en que tal vez había llegado el momento y que, tal vez, aún no estaba listo, o tal vez si; me pregunté por qué de esta manera, sin que estuvieran los míos a mi lado; y me encomendé y me entregué a Dios...
Después de no sé cuantas vueltas, terminé en una cuneta. Papeles volando por la cabina, yo aún fijo en el asiento del conductor gracias al cinturón de seguridad, a pesar de que estaba ladeada la camioneta. Pasaron segundos, minutos, no lo sé. Lo siguiente que recuerdo fue la voz del conductor que venía atrás de mí preguntándome si estaba bien. Me desamarré y me revisé si tenía algo, un golpe, una cortada... Nada. Salí de la camioneta por mi propio pie. En ese momento me di cuenta que recibí otra oportunidad de aquel a quien me encomendé.
Y ahora estoy aquí a un año de ello. Y muchos escépticos dirán que no hay Dios. Pero yo sé que El me permitió estar ahora, en este asiento, frente a esta computadora, escribiéndoles estas memorias, cuando en ese momento todo pudo haber terminado.