21 de enero de 2007

Historia de un atracón.

Con motivo de mi cumpleaños, mi Ñora organizó una comida en casita donde invitó a mis amigos. Organizó una taquiza con todo y todo: cebollitas, guacamole, quesadillas... Lo que sea de cada quien qué rico cocina. Y llegaron los invitados y comenzó el atracón. Pero todos los intentos fueron en vano para terminar las toneladas de comida preparadas para las legiones de invitados que se esperaban (y que no llegaron).

Pero no nos acongojamos y finalizada la comida nos pusimos a jugar Uno, un juego de cartas en el que la mecánica es similar al dominó: hay que tirar cartas iguales al color, número o figura que se encuentran en el mazo principal hasta quedarse sin cartas. El que se queda sin cartas primero gana.

Este juego debió ser inventado por el mismísimo diablo. Saca los peores instintos agresivos de los participantes, crea rencores directamente contra los otros jugadores... Pero de que se divierte uno, se divierte. Y más si te acompañas, como yo lo hice, con un tequilita bien servidito. Solamente hay que alejar cualquier objeto punzo-cortante-contundente y no habrá muertes que lamentar. Y ya finalizadas las hostilidades, otro intento de acabar con la comida. Todo fue inútil. Hubo que darle a algunos invitados comidita para llevar a sus casas, y ni así logramos terminar con todo.

Pero qué rico y qué agradable día me pasé. Ya extrañaba estar un rato con mis amistades. Saludines donde quiera que estén.

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