Hoy me estoy dando cuenta de que mis chaparros se están haciendo grandes más rápido de lo que esperaba. Ya hacen de las suyas, ya conviven con los mayores como si fueran iguales.
Sucede que, como mis chaparros son gemelos, durante el tiempo en que la familia de mi Ñora se acostumbraba a distinguirlos, lo que hacían era preguntarle si era uno u otro, y si el chiquillo respondía que sí o reaccionaba a lo que se le decía, no había problema, pero si uno decía el nombre equivocado, entonces el chiquillo respinga.
Ahora, ya que los distinguen, siguen con esa dinámica, pero en este caso es por molestarlos y por disfrutar la explicación que dan:
-Oye, tú, ¿eres Carlitos?
-¡No! ¡Soy Dieguito!
(O viceversa).
Pero en esta ocasión mis chaparros ya encontraron el antídoto.
Estaba mi suegro en la cocina de su casa solo con Carlitos, y le hizo la pregunta inicial del diálogo memorizado.
-Oye, tú, ¿eres Dieguito?
(Carlos responde con ausencia, y no precisamente es que alguno o ambos hayan salido del lugar).
-Oye, tú, ¿eres Dieguito?
(Silencio de nuevo, mientras el escuincle sigue jugando con su "tazo" como si no sucediera nada).
-Oye, tú, ¡pélame! ¿eres Dieguito?
(Nada. Ojalá ese silencio tuvieran los chiquillos en las noches mientras dormimos.)
-Oye, ¿¿¿eres Dieguito???
Y el chiquillo toma aire, como denotando cansancio por la pregunta y, con voz molesta y autoritaria dice:
-¡No escucho! ¿eh? ¡No escucho!
Y siguió haciendo lo que estaba, poniendo fin a la conversación (si es que la hubo).
Mi suegro no tuvo mas que reírse un buen rato, asumir la respuesta, y seguir viendo la televisión. Ante esta situación, ¿uno qué hace? Condenados chiquillos, si ahorita no respetan, ¿qué será ya de mayores?
Lo que sí estoy seguro es que Carlitos logró su objetivo: dudo que le vuelvan a hacer la misma pregunta de nuevo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario