Estoy que no quepo por la puerta de lo orgulloso que estoy por mi Dieguito.
Sucede que mi chaparro ha estado agarrando un hábito ante el cual hemos luchado todos, que es ser algo "codo". No le gusta compartir lo suyo.
De hecho para los chaparros, cuando conocieron la palabra "mío", nada es ajeno.
Pero en este caso, Dieguito lo ha llevado un poco más al pie de la letra, y si algo es suyo, no es de nadie más y no lo suelta ni por error.
Pero hoy nos demostró que tiene buen corazón.
Sucede que llegó mi cuñada Sapito (así le dice la familia y así le gusta que le digan) con mi sobrina Sarita. La pequeña es de meses de nacida, y mis chaparros le han agarrado mucho cariño, tanto por la convivencia diaria que tienen con ella, como por lo que les inculcamos mi Ñora y yo (sirve como preparación para que los chaparros sepan tratar a un bebé que llega, jejeje). Al llegar, la niña estaba quedándose dormida, y Sapito buscó su cobijita para taparla.
En eso llegó Diego y le quitó la cobija que le estaba poniendo. Sapito se quedó sorprendida y solamente atinó a ver qué hacía Dieguito. En eso, mi chaparro avienta esa cobija y agarra su cobijita azul y se la pone a Sarita encima diciendo:
-Bijita azul más rica.
Y dicho esto le dio un besito a la chiquilla con toda la ternura con que lo puede dar un niño que da un beso sincero.
Cabe mencionar que la mentada cobija azul es el mayor tesoro que tiene mi chaparro. Es casi comparable a Linus, el personaje de la caricatura de Snoopy, quien no suelta su cobijita para nada. Tenemos que cargar con esa cobija a todo lugar que vayamos y en el cual aspiremos a no tener ningún problema mientras queremos que se quede dormido o, peor aún, si hace frío.
Sapito lloró de emoción e inmediatamente le pegó el grito a mi Ñora para contarle lo sucedido. Ahí tienes al par de hermanas llorando por lo desprendido de mi chaparro.
Cuando me lo contaron a mí, ponían huevo...
Pero no cabe duda que los niños son formidables.
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