Hoy de nuevo nos juntamos con nuestros vecinos y amigos a convivir y a jugar juegos de mesa.
Comenzamos con el Scrabble, y aunque estuvo interesante y divertido, terminamos reemplazándolo y jugando Uno, como la vez anterior.
Confirmo mi teoría. Cuando estábamos jugando Scrabble, todo era armonía, pero en cuanto comenzamos a jugar Uno, hubo transformaciones en la personalidad de los participantes: gozo en el sufrimiento ajeno, rencores, ensañamientos, sadismo, piques personales... No cabe duda: el Uno es peor que la mismísima ouija, aunque más divertido.
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